A través de diferentes instancias, en abril celebramos el Día Internacional del Libro y el derecho de Autor. Una de las actividades que tuvo una gran convocatoria fue el Concurso de creación literaria en donde participaron mas de 30 estudiantes de diferentes cursos, a continuación les presentamos a las estudiantes premiadas y sus respectivas creaciones:
Otros relatos destacados
Más que un calcetín
Perdí mi calcetín, no lo encuentro ya llevo semanas sin saber dónde está, ya empiezo a extrañarlo, le pregunto a todos donde se habrá ido, nadie en mi casa lo ha visto. ¿A dónde se irán las cosas que perdemos y que nunca volvemos a encontrar?, les digo. ¿Acaso estará ahí todo lo perdido? Me pregunto. ¿Encontraré ahí mi calcetín?, ¿podré encontrar ahí los cumpleaños que no fui?, ¿las horas de recreo que no viví?, ¿podré encontrar esos chistes que dijimos una vez por ahí? ¿Dónde podremos encontrar todas esas cosas que teníamos y que ya no están por aquí? Quiero respuestas, quiero encontrar la solución a este dilema, incluso pienso que esto lo provocó la pandemia, pero los calcetines siempre se han perdido, no debería ser un problema, puedo vivir sin mi calcetín y con todo lo que no encuentro por ahí, tal vez las cosas deben ser así.
Un día muy normal se avisó que se iba hacer una cuarentena por un virus, la gente no entendió e igual seguían saliendo, Lila es una niña que aprendió muchas cosas en la cuarentena como: cocinar, hacer aseo, clases online. Y algo triste le sucedió su mama se quedo sin trabajo y su papa se quedo sin mama, fueron unos meses duros pero lograron estabilizar sus emociones, hasta que apareció un arcoíris con miles de colores que representaba las emociones de cada día de cada una de las personas del País. Lila todos los días iba ver cómo iba su arcoíris, estaba mesclada rosado con naranjo ósea alegría y entretención, todo fue porque conoció una serie riverdale y siguió con su arcoíris rosa.
Luces
Por segunda vez en la semana salgo a la calle de madrugada. Pulso el botón del ascensor. Saludo al conserje y me dirijo al parque. De pronto, dos luces rojas tras los arbustos. Miró con desconfianza, me dio temor y regresó al edificio. Las luces me siguen, siento terror, aumentó el paso, me persiguen. Veo un negocio, compro una botella de agua mineral. Hay más gente en el lugar y me siento protegido. Llego a casa y trabo la puerta con una silla por si las luces reaparecen. Me siento seguro.
“¡No puse el despertador!, otra vez al mediodía. Era solo sueño”, pensé. En la cocina me espera una botella de agua mineral que no recuerdo haber comprado. Camino y otra vez me tropiezo y por segunda vez en la semana, con una silla que impide el paso en el acceso al departamento. “¿Cuándo la puse ahí?”
La primera vez
nos vimos
nos enamoramos
nos amamos…
Desde entonces nos buscamos esperando volver a vernos en un nuevo sueño.
La rutina de la gata mamona
Mis mañanas comienzan por los gritos de unos mocosos no los soporto, me levante de golpe y le fui corriendo por mi mala suerte me crucé con el perro pero esta vez no me dijo nada, corrí hacia me arenero y me encontré con la gran sorpresa de que estaba limpio pero para no ensuciarlo hice abajo del comedor, luego me fui a pelear con el gato de la vecina está vez le gane luego como no tenia nada que hacer me fui a conversar con el perro.me quede dormida como por cuatro horas y me fui a cenar jugué con mi amo y luego discutí con el perro tenía ganas de ir al baño pero no me aguante así que les deje una sorpresa en la alfombra como no tenia nada que hacer me fui a dormir y luego hay que leer el cuento de nuevo.
Relato de una quinceañera en pandemia
Hola soy Fernanda, pero me gusta que me digan “Feña”, como me llaman mis amigos, y estoy a días de cumplir mis 15 años.
Desde el 16 de marzo del 2020 mi vida cambio en un 1000%, pase de ser una adolescente que iba al colegio a diario, compartía con mis amigos, salía a visitar a mis abuelos, a estar en el más absoluto confinamiento.
Dicen que por unos dichosos chinos al otro lado del mundo, que se comieron un murciélago mal cocido. wuacala.
El COVID 19 como le llamarón a este virus letal, hoy solo me hace pensar en todo lo que tuvimos y hoy no tenemos, lo importante de dar un abrazo, compartir, y poder salir libres.
Estoy segura que este fue un grito desesperado de la tierra, para darle un respiro, y un remezón para nuestras débiles conciencias y aceptar lo frágiles que somos como humanidad.
Cambio radical
Las hermanas salieron del colegio un día viernes, entusiasmadas con el panorama de ir a su casa. Era una tarde de disfrutar con su madre por cumplir su segunda semana en el colegio, y aunque las noticias informaban sobre el coronavirus, vivían su vida como cualquier día normal.
Un fin de semana, su mamá les informó que ya no podían ir a clases producto del virus, claro ellas estaban felices porque iban a poder dormir, flojear, ver películas en Netflix, y su colegio creó un formato para poder hacer clases.
Tres semanas de estar encerradas llevan las hermanas, y como todo ser piensa que todo niño quiere dejar el colegio, pero las estudiantes lo único que quieren es salir e ir al colegio, porque las clases en línea no se comparan con ir a clases y estar con amigas, compañeras y profesores.
“Recuerdo”
Todavía recuerdo los días de escuela, cuando mis amigos bromeaban sobre la actitud de nuestra maestra de matemáticas, el cómo pronunciaba la s como si fuera una z nos causaba gracia, también recuerdo cuando nos juntábamos mis amigos y yo a perder el tiempo en la plaza.
Al sacar de paseo a mi perro solía toparme con una chica muy bonita, nunca tuve las agallas de pedir su número, hoy me arrepiento, nadie imaginó lo duro que sería la situación, el como tantas vidas se perderían, extraño a mis compañeros y sus bromas, extraño a esa chica del parque, jamás pensé que el aislarme me haría sentir tan solo, aunque tenga la compañía de mi madre el sentimiento amargo no se va, es doloroso.
He bajado mucho de peso, estoy desmotivado, no logro concentrarme en mis clases, mis notas bajan, solo me queda el calor de mi mascota como consuelo.
Camino a Casa
Todo comenzó una noche de invierno, su pelaje no daba más de mojado, sentía que la vida se le iba de tanto frío que cargaba, los humanos como nunca estaban encerrados y los pocos que andaban en la calle llevaban mascaras extrañas en sus rostros. Corría de un árbol a otro, tratando de encontrar refugio, arrancando de los ladridos de los perros y de los estruendos que causaban los truenos que se escuchaban por la tormenta.
De repente, una luz apareció a la distancia, creyó reconocer a sus humanos, corrió tratando de llegar a lo que alguna vez había sido su hogar. Por fin, la vida le sonreía a pesar del frío, su intuición no le fallaba, habría encontrado el camino a casa. Su corazón se llenó de alegría, abrazo tan fuerte a su humano que instantáneamente comenzó a ronronear y sintió nuevamente el calor de tener un hogar.