La leyenda cuenta que esta santa, que venía de una familia noble de Roma, solía hacer penitencias y consagró su virginidad a Dios. Sin embargo, su padre la obligó a casarse con un joven llamado Valeriano.
Se dice que el día de su matrimonio, mientras los músicos tocaban, ella cantaba a Dios en su corazón. Es importante recordar que ella no deseaba casarse.
Cuando los recién casados se encontraban en la habitación, Santa Cecilia le dijo a Valeriano: “Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí”.
El esposo le pidió que le mostrara al ángel y que haría lo que ella le pidiera, Por lo que, Cecilia le dijo que si él creía en Dios y recibía el bautismo, entonces vería al ángel. Valeriano fue a buscar al Obispo Urbano, quien lo instruyó en la fe y lo bautizó.
La tradición señala que cuando el esposo regresó a ver a su amada, vio a un ángel de pie junto a Cecilia y el ser celestial puso una guirnalda de rosas y lirios sobre la cabeza de ambos. Desupés, el Papa Urbano la visitó en su casa y bautizó a 400 personas.
Al bautismo de Valeriano siguió el de su hermano Tiburcio y poco después, los dos esposos daban su sangre por la fe. Reinaba entonces en Roma el emperador Aurelio, quien fue muy cruel con los cristianos. En su persecución sufrieron Tiburcio y algún tiempo después, la virgen Cecilia.
Fue condenada a morir sofocada en el baño de su casa. Pero, por más que los guardias pusieron en el horno una cantidad mayor de leña, Cecilia pasó en el baño un día y una noche sin recibir daño alguno. Entonces, enviaron a un soldado a decapitarla. El verdugo descargó tres veces la espada sobre su cuello y la dejó tirada en el suelo. Cecilia pasó tres días agonizando. En ese tiempo los cristianos acudieron a visitarla en gran número. La santa legó su casa al Papa Urbano y le confió el cuidado de sus servidores. Fue sepultada junto a la cripta pontificia, en la catacumba de San Calixto.
En 1594 el Papa Gregorio XIII nombró a Santa Cecilia patrona de los músicos porque había demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo de la música.
Al morir como mártir de la Iglesia, derramando su sangre, su figura es relacionada con nuestra Espiritualidad de la Preciosa Sangre, y por este motivo se convierte en Patrona de nuestro Colegio y la Cínica Psiquiátrica de la Congregación, ambas instituciones llevan su nombre.